Carta de Carlos Martínez Moreno a Carlos
Quijano sobre la desaparición de Julio Castro
“La tortura y la barbarie no
se detienen ante nadie por más ilustre
y expectable que sea para el
mundo de la cultura y de la política”
Montevideo, octubre de 1977.
Estimado Dr. Quijano:
Aunque es lógico y humano que Zaira
siga aferrada a una esperanza, que la gente alimenta con la mejor intención y a
la cual ella no deja de asirse, al paso de los días hay que ser muy pesimista,
en el caso de Julio.
Ha podido determinarse –y me reservo
los detalles, pero algún día espero referírselos directa y personalmente- el
motivo de la detención de Julio, y él
estaría vinculado a la existencia de una cassette,
conteniendo información a cursarse al extranjero, sobre temas hoy tan obvios
como el proceso a [Líber] Seregni. La
pieza documental fue incautada por la Policía, al allanar la habitación del
periodista brasileño Tavares, reportero del Excelsior
de México; Tavares estaba momentáneamente ausente o ya preso (eso no he podido
establecerlo con certidumbre) y la policía irrumpió en la habitación de un
hotel céntrico, ocupada por Tavares. Esto lo sé de primera mano pero tengo que
reservarme, si no es en una conversación directa con usted, la fuente; porque
revelarla por carta haría correr riesgos a mis informantes. Aparentemente los
sabuesos fueron desde lo incautado a Tavares a la busca de Julio Castro.
Zaira, sabiendo que el General
Gregorio Álvarez había sido alumno escolar de Julio, en el Grupo Sanguinetti,
acudió a él, con una carta muy bien hecha por ella y son consultarlo con nadie,
que un amigo personal E.T., vecino de Álvarez, le hizo llegar a su departamento
de Bulevar Artigas y Monte Caseros., en días en que Álvarez asumía
interinamente el comando general. Esa misma noche sonó el teléfono en lo de
Julio y alguien que se presentó personalmente como el Jefe de Policía de
Montevideo, Coronel Bonelli, dijo tener orden directa del Comandante en Jefe de
ocuparse personalmente del asunto, por lo cual enviaría, esa misma noche, a un funcionario
de toda su confianza. El funcionario llegó esa misma noche y pidió datos que ya
obraban desde el 1º de agosto en poder de la Policía y se llevó una foto de
Julio, que bajo su nombre completo pero no usual de Julio Castro Pérez,
apareció en los diarios al día siguiente, en el rubro “persona buscada”.
Pasan los días y el funcionario (ése
u otro, este dato no lo tengo bien claro) vuelve, para poner en conocimiento de
la interesada el resultado de las averiguaciones cumplidas, de las cuales se
concluye que Julio figura en la lista de pasajeros de PLUNA y viajó a Buenos
Aires, con el número 50 en la lisa de pasajeros, al mes de haber desaparecido.
Zaira dijo al funcionario: “Bueno, usted no esperará que yo me lo crea”, a lo
cual el funcionario replicó que él cumplía con allegar un legajo de actuaciones
realizadas por otros y no por él. “Y la camioneta –preguntó Zaira- ¿voló con él
con la bodega del avión?”; ante lo cual el policía guardó silencio, por mera
urbanidad.
En esto estamos. Tanto E.Q. como yo
pensamos que Julio fue muerto ultraintencionalmente en uno de los
“interrogatorios” y hecho desaparecer a partir de semejante “accidente”. Entre
tano en la mesa de casa de Julio hay una bandeja de plata llena de tarjetas,
telegramas y reclamos llegados desde todos los rincones del mundo que Julio
alguna vez recorrió, que fueron tantos. Gente eminente de la política
latinoamericana, de la educación, de la UNESCO, pregunta exige explicaciones y
protesta. Desgraciadamente, eso no hará aparecer vivo a Julio, a pesar de que
Zaira a ratos todavía lo crea, cuando alguien le insinúa que acaso se halle en
un campo de concentración de los militares argentinos o en cualquier otro
cautiverio igualmente ignoto. El paso de los días nos afirma a todos en la más
desolada convicción, reforzada por esta otra: la tortura y la barbarie no se
detienen ante nadie por más ilustre y expectable que sea para el mundo de la
cultura y de la política, y por más insignificante que en su momento haya sido
el motivo haya sido el motivo por el cual quisiera “interrogársele”.
¡Qué triste, inhumano y sublevante
es todo esto y en qué exasperante situación de impotencia nos deja!
Ahora me voy del país. Pronto sabrá
de mí y nos veremos.
Reciba un abrazo de
CMM
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Fuente:
"Dr. Carlos Martínez Moreno. Ensayos. Tomo II",
Cámara de Senadores.
Montevideo, 1994.
Págs 77 - 79.
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