viernes, 6 de enero de 2012

Julio Castro y CMM - IV


Un almuerzo en Barcelona a fines de 1977 


Ángel Rama: "cargado del ominoso clima uruguayo" 
CMM "nos cuenta de la muerte de Julio Castro"


30 de diciembre de 1977 [Barcelona]

Almorzamos con Carlos Martínez Moreno, a quien ayer encontramos por azar en una librería (a mis espaldas una voz conocida pregunta por el libro de Bataille sobre el mal). Más decidido a quedarse en España después de una llamada telefónica de su mujer que está en Montevideo y que vendría con su hijita en Marzo. Cargado del ominoso clima uruguayo, nos cuenta de la muerte de Julio Castro[1], de la persecución a los abogados, de las mil sevicias del régimen. Es un chorro furioso de historias mientras come vorazmente y transpira. No está aquí aún: sigue allá debatiéndose y a través de sus cuentos es la razón humana la que está siendo violentadas sin cesar, esa razón a la que él le confiere fuerza y lo preserva de la desintegración que acecha en estos tiempos de represión kafkiana, Noticias de escritores: Visca[2], progresando en el régimen, Etcheverry[3], transmutado en obediente ministro, el mismo [Mario] Benedetti, con quien almorzó en Madrid, transformado en funcionario cubano. Las iglesias por doquier y cada vez menos individuos que piensan. Desdicha general de la América Latina.
La tortura como un incidente cotidiano. Presume que Julio Castro se les murió en esas prácticas; ya a los cinco días de su detención se dijo al abogado y a la mujer que no estaba en ninguna dependencia militar y policial y cuando el Goyo Álvarez[4] llegó a su nuevo cargo militar (había sido compañero de Julio) y a pedido de ellos había viajado a Buenos Aires dos días antes de la nominación del general Álvarez, quién evidentemente quiso deslindar su responsabilidad en un caso tan atroz. Según Carlitos lo único que querían saber era la complicidad del embajador de México[5] (el anterior ya no está en el cargo) en el trasiego de correspondencia a opositores (presuntas cartas de Quijano a Julio Castro) no se sabe para qué, si acaso para inculpar al gobierno mexicano de interferencia en asuntos uruguayos.

(…)

Carlos Martínez Moreno procura la publicación de un libro de cuentos[6] (uno fue premiado en la Universidad de Puebla, México) tropezando con la apatía editorial en tema latinoamericano y el poco entusiasmo que Carmen [Balcells] pone en escritores que no le redituan buenos dividendos económicos. Critica duramente el último libro[7] de Mario Vargas que considera en un nivel de Corín Tellado y que tan por debajo está de su anterior producción. Es la opinión generalizada: le cuento, lo que nos decía Gabo [García Márquez] en Caracas estimando que Mario ya sólo apostaba al número de ejemplares de la tirada.

6 de enero de 1978.

Almorzamos auer en casa de Carlos [Rama], con Martínez Moreno y la sobremesa se prolonga hasta la noche recayendo obligadamente en el Uruguay. Carlos Martínez Moreno es una portentosa colección de historias a cual más macabra o irracional sobre la represión militar, las que cuenta toda precisión (fechas, nombres, articulación narrativa) y con una gozosa pasión literaria: son casos del código penal en la boca de un gran penalista, que me hacen pensar en Flaubert y que C.M.M. maneja tanto para informar de la dictadura militar como para construir su literatura.
Lo exhortamos a que se consagre por un año, aquí, a escribir sobre todo ese material. Por su condición de abogado defensor dispone de un material asombroso y de un conocimiento interno de lo ocurrido. Y, cosa que me parece tan importante como eso, de una perspectiva equilibrada, atenta y cordial para sus protagonistas pero a la vez consciente de los errores que permite la mejor restauración de la verdad histórica.
Cuenta una historia que le apasiona, a la que querría consagrar una novela[8], que es la de la estancia Espartaco que les servía de pantalla a los tupas. En ella habían construido un gran refugio (berretín o tatucera) que por azar descubrió un peoncito rural buscando un animal extraviado. La comunidad debate qué hacer con ese pobre muchacho y concluye resolviendo su muerte, para la cual se relama la presencia de un practicante que viene de Montevideo y que no lo conoce, quien le inyecta pentotal hasta matarlo. Descubiertos posteriormente y torturados, confiesan el hecho e indican dónde fue enterrado y quién lo ejecutó, el que es detenido y condenado. Carlitos evoca el precedente de Sartre (Les mains sales) pero yo recuerdo a Dostoiewsk (Los demonios, Crimen y castigo) y en general el drama de los movimientos revolucionarios debatiendo entre fines y medios (Koestler). Es un tema terrible: ¿en qué consiste una moral revolucionaria y en qué medida la hace, fuera de los precedentes y tradiciones, la circunstancia concreta y límite que se vive, ante la cual la conciencia se opaca por la perspectiva idealista y utópica de los fines?
La tarde angustiosa, a pesar del brío y la alegría con que Martínez Moreno cuenta, se distiende con la hilarante historia de cómo Mario Arregui[9] se hizo prender después que Gladys Castelvecchi[10], su ex mujer, fuer detenida por actividades gremiales ilícitas, para ser también preso de la dictadura y reivindicar su calidad de comunista que en el departamento de Flores queda encubierta por la de rico estanciero y de hombre portentosamente cordial y campechano.

Larga atención al proyecto de una Marcha[11] en el exilio, que también le interesa al gordo. Le cuento el año entero que tuve con Quijano en 1976 para persuadirlo del proyecto, sus reticencias y su situación en México. Él cree que podría convencerlo, pero yo soy escéptico después de mis diálogos con él y de las objeciones que a la idea formulaban Ardao y Pepe Quijano, el hijo. A los dos Carlos les interesa ese proyecto mucho más que el de la revista de libros que ahora propone Alsina y son conscientes de que Quijano se sentiría fortalecido con nuestro respaldo, mucho más que con la similar propuesta que le hicieron [Carlos María]  Gutiérrez, [Mario] Benedetti, [Ernesto] González Bermejo, en una carta que don Carlos me mostró en México, dada nuestra mayor afinidad intelectual e ideológica con sus posiciones.
Quizá ya sea tarde para Quijano (tiene 77 años) pero de todos los ex integrantes, sólo Martínez Moreno podría tomar las riendas de una Marcha en el exilio, pues a su prestigio y capacidad periodística une un abanico amplio de sectores de opinión que lo respetan: los ultras que antes le eran tan críticos, se han silenciado en vista de su tarea denodada de defensor de presos políticos.


[1] Julio Castro, periodista y pedagogo uruguayo. Con Carlos Quijano integró el grupo fundador de Marcha en 1939 y ejerció la subdirección del semanario. En 1977 fue secuestrado por los militares y desde entonces integra la nómina de los desaparecidos.
[2] Arturo Sergio Visca, crítico y ensayista uruguayo. Durante la dictadura militar dirigió la Biblioteca Nacional.
[3] José E. Etcheverry, profesor y crítico literario uruguayo. Fue Ministro de Cultura durante la dictadura militar.
[4] Se refiere al general Gregorio Álvarez, que fue, durante la dictadura militar, comandante en jefe del Ejército y luego Presidente de la República.
[5] Se trata del embajador Vicente Muniz, quien recibió en la embajada de México a cientos de uruguayos perseguidos por el régimen.
[6] El libro es  Animal de palabras, finalmente publicado en Montevideo en 1987 por la editorial Arca. El cuento que recibió el premio de Puebla en 1977 es “La Máscara”.
[7] El libro que Maria Vargas Llosa publicó en 1977 fue  La tía Julia y el escribidor (Seix Barral).
[8] Martínez Moreno escribió finalmente en México la novela que incluye esta historia. Es El color que el infierno me escondiera y recibió el premio Proceso – Nueva Imagen de México en 1981.
[9] Mario Arregui (1917 – 1985), cuentista uruguayo, miembro de la generación del 45. Entre otros libros publicó Hombres y caballos, La sed y el agua, El narrador, La escoba de la bruja, Ramos generales. Estuvo preso durante ocho meses en 1977.
[10] Profesora y poeta uruguaya, autora de  Fe de remo, Ejercicios de castellano, Claroscuro, Calendarios, entre otros títulos. Estuvo presa entre 1976 y 1979.
[11] Finalmente Carlos Quijano publicó en México los Cuadernos de Marcha hasta su muerte en 1984. Rama fue uno de los colaboradores de la nueva publicación.
__________________


Fuente: 
Rama, Ángel (Peyrou, Rosario; ed.)
Angel Rama. Diario 1974 – 1983
Ed. Trilce -  Fondo editorial La Nave va
Caracas, 2001.

No hay comentarios:

Publicar un comentario