viernes, 6 de enero de 2012

Julio Castro y CMM - II


Carta de Carlos Martínez Moreno a Carlos Quijano sobre la desaparición de Julio Castro

“Aquella negativa del ESMACO
 nos dio muy mala espina”


Montevideo, 12 de agosto de 1977.

Estimado Dr. Quijano:

Voy a atenerme a los datos comprobados y averiguados en torno a la desaparición de Julio Castro.
Julio y su mujer regresaron de Santa Lucía del Este, donde habían pasado su fin de semana, la noche del domingo 31 de julio.
Encontraron, arrojado debajo de la puerta, un billetito de un amigo por el cual se les comunicaba que el Dr. Eugenio Petit Muñoz había fallecido y se le daría sepultura a las 11 de la mañana del lunes 1ª de agosto en el Cementerio del Buceo. El informante, cuya identidad me consta, agregaba que la policía había prohibido la publicación de avisos fúnebres, en previsión de que el entierro del Dr. Petit Muñoz, tan conocido y estimado, se utilizara como pretexto para una demostración pública contra la dictadura.
Julio salió, pues, esa mañana del lunes con destino a asistir al entierro. Y desapareció sin haber llegado a él. O sea, que la desaparición ocurrió entre las 9 y las 11 de la mañana del lunes 1º de agosto.
Julio le había dicho a Zaira que daría un par de vueltas antes del sepelio. La primera de esas vueltas que pudo establecerse sin la menor duda. Consistió en la visita a casa de un amigo en la zona de Villa Dolores, y en su transcurso no ocurrió nada digno de mención, al Terminar la visita ese amigo, de iniciales E. Q. acompañó a Julio hasta que éste tomó el volante de su camioneta rural Indio y se puso en marcha, sin que nadie lo interceptara. Este amigo, con quién hablé personalmente y que se ha movido en pos de la pista de Julio, con una devoción indudable, cree saber hacia dónde iba Julio, pero no puede afirmarlo.
Habría ido a casa de otro amigo suyo en Pagola y 26 de Marzo, y al salir de allí, ya para dirigirse hacia el Buceo, habría sido abordado por dos funcionarios de la represión, aparentemente Fusileros de la Marina quienes lo flanquearon y lo hicieron conducir, con rumbo desconocido.
Esto es todo lo que se sabe.
Hablé también con esta segunda persona, de quien tengo un muy buen concepto, pero –a falta de una manifestación suya espontánea- me abstuve de indagar. Zaira y el hijo de Julio habían concurrido a la Comisaría 4ª y denunciado la desaparición de Julio.
Al tomar conocimiento del hecho, la noche del lunes, concurrí a casa de Julio, me impuse de lo que se había actuado y sugerí presentar al ESMACO [Estado Mayor Conjunto] un certificado médico de salud, sobre el estado de las dolencias de Julio. Este había asegurado a Zaira que, antes de que pudieran violentarlo, prevendría a sus aprehensores acerca de la fragilidad de su estado y de la posibilidad de que ante cualquier maltrato, sucumbiera, visto los dos derrames meníngeos que ya había experimentado. No podemos saber si formuló esa prevención, personalmente, y conociéndolo, creo que debe haberlo hecho.
El certificado detallado de salud –una suerte de historia clínica del paciente- lo pediría Zaira al Dr. García Güelfi, el neurólogo que lo había asistido.
Se redactó un escrito muy cuidadoso, dirigido al ESMACO, que sería acompañado por el certificado. Este fue solicitado al Dr. García Guelfi el 3 de agosto, pero como en la primera fase de su dolencia Julio había sido tratado por el Dr. [Pablo] Purriel (ya fallecido) hubo que acudir a los archivos de éste y localizar allí la primera ficha médica.
El Dr. García Güelfi lo hizo y redactó un certificado médico explícito y muy elocuente, que fue presentado al ESMACO, con el pequeño escrito redactado por mi, en el cual no se afirmaba que Julio fuera prisionero del ESMACO, en la total negativa de las autoridades acerca de que lo tuvieran en sus manos, y simplemente se precavía la posibilidad de que llegar a sus dependencias, alertando con la autoridad técnica del informe del Dr. García Güelfi, acerca de los riesgos en que pudiera estar incurriéndose.
Escrito y certificado médico se presentaron sin más dilaciones, pero el oficial del ESMACO que recibió a los familiares de Julio, lo admitió sin que eso significara aceptación de que lo tuvieran entonces o lo hubieran tenido antes preso. Anotaron el número de teléfono de Zaira y casi en seguida –no sé bien si al día siguiente- la llamaron para pedirle que concurriera a recoger los recaudos, porque de la averiguación practicada surgía que Julio nunca había estado preso en dependencias militares. Tanto a E. Q. como a mí, que nos veíamos prácticamente a diario, aquella negativa del ESMACO nos dio muy mala espina. E.Q. fue interrogado con rigor por agentes de la represión –no sé si policías o militares- y tratado con rigor, aunque entiendo que no castigado. Zaira contestó por teléfono al ESMACO que tenía fotocopia de todos los recaudos presentados, por lo cual no retiraría los que había llevado días atrás.
Y en eso nos hallamos a la fecha de hoy. Se actúa incansablemente –E.Q. es quien más se mueve, con una dosis de lealtad a Julio que le viene de los días en que fue su discípulo- y lo único que sabemos es desalentador. Parece que hay diecisiete centros de represión –entre Ejército, Aviación, Marina y Policía- cada uno de los cuales puede actuar “por la libre”, sin que lo sepa ninguno de los otros ni darle cuenta de sus pesquisas. ¡Diecisiete, ni uno menos, desde la famoso OCOA, a la cual en la jerga militar se le llama “la cuerda”, hasta los regionales y navales!
Cuando sepa algo más, se lo haré llegar sin demora.
Con un abrazo de

CMM
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Fuente: 
"Dr. Carlos Martínez Moreno. Ensayos. Tomo II"
Cámara de Senadores. 
Montevideo, 1994. 
Págs 75 - 77.

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